PALMERAS DE FUEGO Pedro Pizarro

PEDRO PIZARRO
COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN

En el oasis de El Limonar emergieron palmeras de fuego, palmeras de fuego de una actividad cultural inusitada. Así empezó la Málaga de la modernidad: Era mil novecientos ochenta. De ese inicio se consolida una colección significativa y variada que representa toda una panoplia de lo que sucedió en Málaga y en España, con una buena nomina de artistas internacionales.

Esta exposición selecciona una muestra de la Colección de Arte del Colegio de Arquitectos de Málaga, especialmente ideada para las Salas de La Coracha del Ayuntamiento. La Colección recorre distintas técnicas: obra gráfica (82), fotografías (52), esculturas (47), dibujos (77) y pintura (118). La mayoría pertenecen a las décadas de los ochenta y noventa, una miscelánea que constituye una cata, aunque no exhaustiva, del arte desarrollado en este periodo. De esta Colección hemos elegido, para la ocasión un total de sesenta artistas. En la nómina hay creadores malagueños que van desde la llamada Generación del 50 a la actualidad y entre los que podemos citar a: Francisco Peinado, Enrique Brinkmann, Dámaso Ruano, Agustín Parejo School, Bola Barrionuevo, Joaquín de Molina, José Seguri, Gabriel Padilla, Joaquín Ivars, Benito Lozano o Chema Lumbreras. De los artistas foráneos que ocupan un lugar destacado en el arte contemporáneo están Luis Gordillo, Hamilton Finley o Eduardo Chillida; y otros que siguen en plena vigencia como: Javier Utray, Rafael Agredano, José María Larrondo, Daniel Canogar, Ouka Lelee, Pérez Minguez o Eva Lootz. En definitiva toda una nómina de artistas que han contribuido con valiosas aportaciones al arte durante estas cuatro décadas.

Por otra parte, cuando en 1980 se inician las propuestas culturales del Colegio de Arquitectos, en el panorama español de las artes plásticas se estaba produciendo un giro importante. Pasada la larga travesía de la dictadura sucedieron algunos hechos capitales que contribuyeron a abonar la “normalización” artística española y su conexión internacional. Entre estos hechos destacan la Academia Breve de la Crítica de Arte de Eugenio D´Ors, la Escuela de Altamira, los grupos Dau al Set y El Paso, la Semana Internacional de Arte Abstracto y el Museo de Arte Abstracto de Cuenca. Todo ello sirvió de caldo de cultivo, ya en los años setenta –apertura de la Sala Amadís y Galería Buades en Madrid– para que una nueva generación de artistas irrumpiese con propuestas renovadoras. Es en este ambiente de puesta al día, ya a principios de los ochenta –al que contribuyeron las fundaciones Juan March y “la Caixa”– cuando surge toda una serie de artistas que cambian el panorama, junto al “tutelaje” de los que fueron más activos en las décadas de los sesenta y setenta.

Además, durante el periodo de los inicios de la actividad del Colegio de Arquitectos se produce el fenómeno de los “neos”, es decir, se revisitan épocas anteriores, “estilos”, como el conceptual o el mínimal. En aquella época destaca el fenómeno de la transvanguardia que capitaneó Achile Bonito Oliva y el de los ”jóvenes salvajes” alemanes, que agitaron el panorama europeo. Como consecuencia en la España de finales de los años setenta y principios de los años ochenta se renueva el panorama plástico, surge un foco principal en Madrid pero que tuvo su correlato en La Coruña y Málaga. Pasada, pero no olvidada la neo-figuración, a principios de los noventa aparecen otros artistas con distintas inquietudes que fijaban su atención en el conceptual, el mínimal, la performance, las instalaciones, el vídeo-arte, la fotografía, el apropiacionismo, etc.

Málaga, que era alrededor de los ochenta a un singular foco periférico, se ha convertido en estos años en una ciudad con una oferta variada y competitiva, no obstante se la llama la Cuidad de los Museos. Pero también la iniciativa privada se ha activado ya que han abierto galerías con unos programas de calidad, aunque aún pocas comparado con el empuje institucional y lo que sería necesario en la ciudad. El gran problema, de ahora y de siempre, para la iniciativa privada es que es necesario más apoyo institucional y, además, la casi nula existencia de coleccionistas privados. A pesar de ello no podemos obviar las galerías que antes y ahora que con gran esfuerzo apuestan por ofrecer una programación rigurosa. Además hay que tener en cuenta, por su contribución a crear tejido artístico, las nuevas facultades, entre ellas, sin lugar a dudas la de Bellas Artes que ha dinamizado tremendamente el panorama. No cabe duda que el Colegio de Arquitectos contribuyó a crear un caldo de cultivo en la ciudad que hoy disfrutamos, gracias a sus actividades culturales y no solo con exposiciones. Testimonio de lo que apuntamos es la Colección.

La selección de obras para La Coracha se ha divido en tres secciones, que son: Figuración Lírica/ Figuración Narrativa, Neo-expresionistas/Informalistas y Esculturas/Fotografías.

La selección de la Figuración Lírica-Narrativa es: Rafael Agredano, Víctor Aparicio, Dis Berlin, Alfredo Balash, Bola Barrionuevo, Christine Boshier, Cesepe, José María Córdoba, Juan DelCampo, José Manuel Ciria, El Hortelano, Pepe Espaliú, Ramiro Fernández, José Gallego, Isabel Garnelo, Luis Gordillo, Federico Guzmán, Dieter Hüber, Menchu Lamas, Benito Lozano, José María Larrondo, Eva Lootz, Rogelio López Cuenca, Chema Lumbreras, Marisa Mancilla, Juan Navarro Baldelweg, Sebastián Navas, José Luis Pastor, Gabriel Padilla, Francisco Peinado, Guillermo Pérez Villalta, Finn Peterssen, Enrique Queipo, Chema Tato y Andrés Tali.

Rafael Agredano

(Córdoba, 1955). Su obra es irreverente y mordaz, con un cromatismo dramático; desde la época de la pieza que se expone ha realizado un viaje que va de la pintura-pintura a las nuevas tecnologías pero siempre con el hilo conductor de su poderosa personalidad, repleta de una estudiada concepción intelectual y un ingenioso sentido del humor. Y no olvidemos que su carrera empezó en Sevilla a principios de los años ochenta donde se produjo el fenómeno de un grupo de nuevos artistas que planteaban otras premisas gracias al fruto de la edición de la revista Figura y de la inauguración de la galería La Máquina Española.

Víctor Aparicio (Tuy, Pontevedra, 1958).

También conocido en la actualidad como Víctor Coyote, es dibujante, comisario de exposiciones, diseñador gráfico, músico, realizador audiovisual y director de proyectos de artes escénicas. Relacionado con la movida madrileña se da a conocer por el grupo musical Los Coyotes. La obra que nos ocupa es de una época temprana del artista donde el color que ahora le caracteriza está ausente; citando quizás a Malévich es un negro sobre negro pero con un elemento figurativo y la inclusión de textos, esto último lo mantiene en toda su trayectoria pero evolucionando hacia una obra más abstracta. Ahora utiliza colores fríos y planos, en los que abundan las formas geométricas.

Dis Berlin

(Ciria, Soria, 1959). Comienza su trayectoria interesado en la figuración que asimila el lenguaje de las vanguardias, no olvidemos que por las fechas se produce el “fenómeno” de la transvanguardia italiana. Después, a lo largo de la segunda mitad de los ochenta, su plástica experimenta una profunda transformación, cuyas coordenadas se dibujan en la adopción de una amplia, rica y brillante paleta cromática; la combinación de elementos figurativos empleados a modo de estereotipos y símbolos y a ello añade, como en Callimorpha Konza, una cada vez más profusa presencia de formas geométricas que están inspiradas en el arabesco, la curva y un sentido laberíntico de la forma y la composición.

Alfredo Balash

(Cataluña, circa 1956). Su obra enraizada con la figuración lírica, tiende al expresionismo y los “campos de color” norteamericanos pero con la base figurativa que citábamos, así este paisaje atormentado que nos insinúa lo primigenio, transformando herramientas de trabajo en una vegetación exuberante. Con un colorido rotundo y de contrastes se produce, junto a la pincelada, un conjunto altamente atractivo.

Rafael R. Baixeras

(Pobra do Caramiñal, 1947-1989). Su obra –La mujer muerta– asimila el paisaje desgarrado al ser humano, con un tratamiento compositivo simple pero contundente. El contraste de color dentro de una gama cromática básica nos da la clave de la insinuación de un cuerpo a través de un paisaje. Se puede relacionar con el neo-romanticismo y hasta cierto punto con la mística española.

José Luis Bola Barrionuevo

(Torremolinos, Málaga, 1949). Trabaja habitualmente por series pero que no se desarrollan en periodos estancos, tienen su fecha de inicio pero nunca se sabe cuando el artista la va a dar por finalizadas ya que en muchas ocasiones las retoma una y otra vez. The province of Alava an island es un ejemplo de una de estas series y a la vez hilo conductor de uno de los temas que más le interesa al artista como es la geografía. Otras series suyas representativas son los Party Beach y la de los jardines. Es esencialmente pop y ello se transmite en su actitud personal y por correspondencia en sus cuadros, aunque hay un atisbo de conceptual. En la obra de la Colección que comentamos utiliza la llamada “vista de pájaro” y es una serie concebida como si las provincias fuesen islas, sobre el azul eléctrico que tanto lo define se sitúa la teórica isla en un dorado luminoso.

Christine Boshier

(Londres, 1951). El tema de la mayoría de su producción es la representación de “paisajes” donde la arquitectura es la protagonista. La idea esencial de ciertas formas arquitectónicas que han recorrido los siglos y a las que la autora “añade una abstracción”, deja el elemento aislado y con toda su potencia. La Colección posee un dibujo –S/T- en el que se materializa una de esas particulares, la cúpula parece aislada de una estructura mayor aunque el dibujo no pierde toda su potencia artística y arquitectónica.

Ceesepe

(Madrid, 1958-2018), tiene sus orígenes artísticos en el cómic underground y la ilustración; de ahí que sus obras sean cómplices con el espectador, el cual es capaz de ver en un solo dibujo toda una historia completa. La que nos ocupa nos plantea un erotismo mesurado que se desarrolla en un contexto tórrido, tiene connotaciones de sensualidad y frialdad a un tiempo. Y todo ello planteado con una paleta de color exigua.

José María Córdoba

(Córdoba, 1950). El artista cultiva un eclecticismo consciente que a veces raya en el no-estilo, un no-estilo que no obstante es fácilmente identificable con él, aunque siempre ha mantenido como hilo conductor la figura. La sombra es una de las obras que posee la Colección del autor, pertenece a una etapa en la que simplifica sus composiciones, dotándoles de cierto aire desconstruido y casi abstracto, con colores planos de gran intensidad cromática. Posteriormente abunda en la deconstrucción “citando” a grandes los grandes autores de la Historia del Arte.

Juan Delcampo

(Málaga, 1990). Es un heterónimo de una “asociación colectiva” puntual de los artistas: Chema Cobo, Pedro G. Romero, Abraham Lacalle y Luis Navarro, ya que cada uno de ellos desarrollaba su obra de manera autónoma y en algunas ocasiones, bajo el nombre de Juan Delcampo, realizan sus propuestas. Es un artista “real”, con su propia biografía, que aborda temas del arte a manera de crónica social, pretenden desestabilizar el arte desde el arte mismo. En su obra Tapas denuncian los problemas respecto al racismo y la inmigración que estaban sucediendo en España; esta obra formaba parte de la exposición Guernika en Málaga, que era una crítica al sistema del arte, ya que se tomaba al “emblemático” cuadro de Picasso como un valor político-social en lugar de hacerlo por sus cualidades intrínsecas. Además se presentó el lienzo “imitado” con un cumulo de cristales delante, evidencia de haber roto la urna, además los personajes que aparecen son los políticos del momento.

José Manuel Ciria

(Manchester, 1960). Utiliza unos soportes que le dan protagonismo a su obra y la forma de trabajar con ellos nos dan noticia sobre su gusto por el collage. No utiliza una extensa gama de color como puede constatarse en Elogio a la diferencia, siendo los habituales el blanco, verde y negro pero el conjunto ofrece gran fuerza de expresión.

El Hortelano

(Valencia, 1954). La obra que se presenta es características de los años ochenta y de la llamada movida madrileña, con sus referencias urbanas y musicales. En dicha obra –Exprex– los personajes –humano y animal- con su primer plano definen la pieza donde la luna cobraba protagonismo. El conjunto es misterioso y atrayente.

Pepe Espaliú

(Córdoba, 1955-1993). Las tres piezas son del final de su carrera, en ellas están condensadas todas sus últimas iconografías e inquietudes, símbolos de una realidad inventada, con un alto componente autobiográfico, nos hablan del concepto personal de perdida que con metáforas –muletas y palanquines– quieren denunciar el rechazo social del SIDA, recordemos su performance carrying. Sus creaciones están muy vinculadas con la lírica, de hecho las obras que presentamos iban acompañadas de un libro de poemas. Habitualmente abordaba en sus obras temas como la convivencia del sufrimiento y el placer, la máscara, el aislamiento o la herida.

Ramiro Fernández

(Sabadell, Barcelona, 1961). Múltiplemente premiado y con obra en algunos grandes museos en esta obra trata el paisaje como metáfora de la vida, metáfora sobre el amor y la muerte. Remite, de alguna manera, a los grandes paisajistas decimonónicos pero “actualizando” hacia un cierto conceptual, ya que aborda temas de candente actualidad.

José Gallego

(Cosío, Cantabria, 1950). Su pieza está “inspirada” en los recuerdos y los objetos que lo acompañan. Estos objetos-recuerdos se materializan en su obra que es una especie de autobiografía. Podemos decir que es un paisajista de lo cotidiano que “enfría” el tema desarrollado a través de perfectos acabados; acabados de un reflejo especular que integran al espectador en lo que mira hasta hacerle compartir líricamente sus propuestas.

Isabel Garnelo

(Ponferrada, León, 1965). Desde hace un tiempo trata su obra de manera más conceptual, por ejemplo, sus poéticas instalaciones. No obstante en la época a la que pertenece la de la Colección se dedicaba en exclusiva a la pintura. Así que en esta pieza realiza vista de ciudades enfocadas desde un primer plano, y donde los edificios son los protagonistas hasta el punto de ocupar casi todo el lienzo, con una composición muy geometrizante y de colorido contrastado.

Luis Gordillo

(Sevilla, 1934). La obra de la Colección pertenece a una etapa en la que desarrolla una pintura escueta tanto por su cromatismo como por su distanciamiento personal que la sitúan a medio camino entre la figuración anterior y las nuevas fórmulas de la abstracción; aunque conserva algo del automatismo de los setenta. Precisamente en la década de los setenta se convierte en el adalid de la Nueva Figuración Madrileña, siendo el referente de los artistas que surgen en la capital por esas fechas.

Federico Guzmán

(Sevilla, 1964). Su obra ha discurrido hasta la fecha por caminos diversos, pero siempre bajo el signo de una confrontación conceptual, implicando al arte como respuesta social; en la que nos ocupa ya insinúa su posterior evolución al dibujar una chimenea enfatizada por el rectángulo azul y anotando 100º, quizás, entre otras cosas, esté proponiendo –criticando– el divorcio naturaleza-ciudad. De hecho su obra actual se basa en la Naturaleza ya que el “elemento constructor” de su discurso son las plantas.

Dieter Hüber

(Schladming, Austria, 1962). Aborda en Sombre un tema aparentemente académico pero al incluir el vocablo del título se aproxima a planteamientos cercanos al conceptual, el objeto y su sombra están reforzándose mutuamente a raíz de incluir esa palabra en la misma composición.

Menchu Lamas (Vigo, 1954).

Es otra de las artistas de la Colección representante destacada de la Neo-figuración. En su obra el colorido es esencial junto con un esquematismo de las figuras. Aparentemente “plana” la obra tiene una fuerza que transciende del propio soporte para situarnos en un estado de ánimo convulso y quizás enervante.

Benito Lozano (Málaga, 1958).

Se le puede considerar un artista figurativo pero que a lo largo de su carrera va aquilatando la expresión llevándola hacia lo mínimal, despojándola de anécdotas, hasta instalarse en su particular neo-conceptual; en la obra seleccionada se aprecia otra de sus señas de identidad: la interacción entre significante y significado, a la vez que el matiz irónico. Con los elementos que extrae de la realidad los estiliza hasta convertirlos en un símbolo, en un emblema.

José María Larrondo

(Villafranca de los Barros, Badajoz, 1958). El universo de su obra es altamente metafórico. Las imágenes quedan fijadas en la pupila como agujas y le sirven para reflexionar sobre la propia condición de la cultura y su función en la sociedad; reinterpretación conceptual de la realidad con humor y sarcasmo; su obra establece malévolos mecanismos que el espectador tiene que adivinar aunque difícilmente se neutralizan.

Eva Lootz

(Viena, 1940). Durante su carrera ha simultaneado la obra sobre papel, la escultura y las instalaciones, donde reflexiona sobre la intervención humana en la naturaleza para construir un discurso sobre la memoria, el tiempo y los problemas del hombre, ejemplo de ello es su instalación con cubos de hielo y mármol. Este dibujo tiene esas connotaciones conceptuales y le es aplicable lo que la artista dice sobre su intención de establecer en su obra vínculos entre lo audible y lo invisible.

Rogelio López Cuenca

(Nerja, Málaga, 1959). Elabora un discurso semiótico con un juego de imágenes y palabras que buscan proponer al espectador nuevas interpretaciones respecto al lenguaje del poder y al poder del lenguaje. La pieza que se exhibe, perteneciente a la instalación NoWhere, manipula los códigos para alterar el significado y en ésta hace una propuesta sobre el urbanismo de Málaga, situando dos planos distintos, en el que sobre el primero acomoda una “cita” constructivista y en segundo término un plano turístico de la ciudad; lo que le permite aunar la crítica a la iconización de la información pública con la significación de la cultura visual occidental.

Chema Lumbreras

(Málaga, 1957). Empezó siendo un artista ecléctico de una sintaxis bien definida que usa según la propuesta distintos recursos para argumentar su discurso. Dentro de que su obra es figurativa transciende la propia figura al acompañarla con signos a manera de estilemas. Grafismos de interpretación personal en un acercamiento al horror vacui. En la obra que nos ocupa –un ensamblaje de cuatro lienzos- nos obstante se denota una unidad del discurso que desarrolla con sarcasmo al hacer referencia a los pintores clásicos pero transmutando el significado.

Marisa Mancilla

(Granada, 1972). La obra está concebida como una mesa pero ya en los postres. De raigambre escueta y con visos de mínimal tiene una base conceptual bastante irónica por un lado y terrible por otro. Los plátanos se utilizan rememorando una historia familiar que cambiaba el nombre de los órganos sexuales: Margaritas, platanito, higo, gambita, pepito… como si al cambiar el nombre no se viera la parte en cuestión; de alguna manera la historia se volvía un poco maligna, esta pieza habla de eso, de los objetos y las palabras que rodean y como nos mostramos. Asimismo se refiere a la fragilidad de las cosas y de los gestos que sustentan esa “imagen” pública.

Juan Navarro Baldeweg

(Santander, 1939). Pertenece a la generación de artistas que comenzaron en el arte conceptual. Pero Baldeweg recorre el camino desde sus conocidas instalaciones hacia la pintura-pintura en una constante investigación de claras referencias a la historia del arte y a la cultura. Por otra parte es un arquitecto reconocido y plantea en sus lienzos un lenguaje lírico como en esta obra –Paisaje– de la Colección en la que como suele hacer habitualmente reflexiona sobre un tema, que desarrolla en series, habitualmente paisajes.

Sebastián Navas

(Málaga, 1959). Antes solía hacer una división del lienzo por compartimentos o registros, procedimiento que no ha abandonado del todo. De esta manera organiza la superficie pintada con perspectivas donde prima la ausencia del ser humano, en la parte más destacada, y elementos singulares en las otras. La obra seleccionada –Tres palmeras– es una instantánea llena de melancolía, donde el tiempo parece detenido, con sensaciones de sosiego a la vez que inquietud.

José Luis Pastor

(Barcelona, 1971). Su iconografía toma al elemento urbano como eje conductor, elementos urbanos de la vida cotidiana del ciudadano de a pie, incluyendo los puntos de referencia de un sector de la población que no pueden permitirse ser víctimas del consumismo. En su obra S.E.P.U. Grandes Almacenes eleva a categoría de símbolo los famosos almacenes madrileños, con una técnica de impresión fotográfica sobre lienzo, tomada de una instantánea del lugar, que provoca el distanciamiento del autor respecto al tema, una manera de hacer de notario de la realidad.

Gabriel Padilla

(Málaga1949). Se le adscribe a la Neo-figuración malagueña y formó parte activa de este movimiento que se enraíza en Madrid. Pintor de personalidad acusada desarrolla una pintura que tiene que ver con una realidad que él transforma a través de interpretaciones cultistas en las que la mitología es una de sus referencias. La obra Daniel pensativo es una alegoría de intenso color, con un entronque fauve, y en el que el personaje ensimismado nos remite a una interpretación postmoderna del mito bíblico.

Francisco Peinado

(Málaga, 1931). Forma parta de la llamada generación de los 50, es un pintor de difícil clasificación en algún movimiento, aunque a veces se le ha adscrito a la figuración fantástica; desarrolla un universo absolutamente personal y fácilmente distinguible, que es consecuencia de su experiencia biográfica y en el que la realidad tiende a ser distorsionada, con extraños personajes. Es buen ejemplo la obra expuesta, Lazarillo.

Guillermo Pérez Villalta

(Tarifa, Cádiz, 1948). Su dibujo es un ejercicio característico de su gusto por los espacios arquitectónicos, perspectivas y composición pero la obra está exenta de su habitual tono narrativo (no olvidemos su constantes citas mitológicas) para mostrarnos de manera colorista y luminosa la implantación de un artefacto en plena naturaleza. En ella se compendia el universo villaltiano: su querencia de un dibujo preciso, el uso del color matizado y la el gusto por una composición que se rige por el orden clásico.

Finn Petersen

(Dinamarca, 1954). La obra que mostramos pertenece a la exposición colectiva de 1986 Kobenhavn-Málaga, donde participaron Rábago, Gitz-Johansen, Reinbothe, Kannik, Jørgensen). En su dibujo –Skitse til Bornevairelse– realiza un palimpsesto de apariencia ingenua pero con claves que lo sitúan entre la figuración y el conceptual.

Enrique Queipo

(Málaga, 1962). La obra pertenece a la serie ventiladores, en la que geometriza este elemento hasta convertirlo en una especia de mandala. La obra que nos ocupa –Imágenes dobles en círculo– pertenece a una de las series más lúcidas del artista; toma el elemento de las aspas como icono que repite, dotando al cuadro de una cierta nostalgia hacía el arte geométrico pero dándole su sello personal; no como una reminiscencia de la alabanza al progreso sino más bien como una naturaleza muerta maquinista.

Chema Tato

(La Coruña, 1953-Málaga, 2018). ). Sus obras tienen referencias cultistas y mitológicas e intensas alegorías como en el cuadro-objeto de la Colección donde se plantea una Málaga idílica, una Málaga soñada, una Málaga deseable, en la que a manera de collage y emsamblaje, se identifica simbólicamente con la propia ciudad. Ciudad del limbo –citando a Aleixandre- que el artista convierte en una ciudad hedonista referencial de la época de los ochenta en la que se vivía una efervescencia inusitada bajo la cual, no obstante, seguía existiendo un limbo.

Andrés Tali (Finlandia, 1970 c.).

La litografía titulada Ángel-mujer, incluye sobre el fondo de un texto la figura de la mujer metamorfoseada, obra de reminiscencias mitológicas, que yuxtapone la palabra y la imagen, en un ejercicio contemporáneo de aunar varias lecturas en la misma obra. Una versatibilidadad de la propuesta que incita al espectador a hacer diferentes reflexiones.

La nomina de artistas seleccionados para Neoexpresionistas/Informalistas es: Agustín Parejo Schol, Elena Asíns, Enrique Brinkmann, Paco Celorrio, José María Cruz Novillo, Eduardo Chillida, Gerardo Delgado, Joan Hernández Pijoan, Joaquín Ivars, Joaquín de Molina, Dámaso Ruano, Francisco Soto Mesa, Bep Toscani, Gustavo Thölinchen, Javier Utray.

Agustín Parejo School

(Málaga, 1982). Como es sabido el nombre corresponde a un colectivo malagueño que tiene una actitud iconoclasta del arte. Inició su andadura a través de la publicación de revistas e intervenciones urbanas, lo que más tarde en un programa de Metropolis se llamó artistas corporativos. Algunos críticos dijeron que hacían agit pop; la clave para comprender bien su obra y su actitud está en un artículo de Esteban Pujals para la revista Arena (1989) que tituló con acierto Poética de la Renuncia. Es un grupo de activistas del arte, o a través del arte, que usan cualquier “formato” para expresar sus propuestas ideológicas, desde la pintura al vídeo, pintadas, edición de revistas, performance o intervenciones ya que sus propuestas van directamente al espacio cívico-social y no al mercado del arte. La pieza que presentamos Postal nº 21 es uno de los tantos ejemplos de su actitud ante la “obra de arte”, la crítica al propio arte –a su valor de mercado– y a la Institución Arte.

Elena Asins

(Madrid, 1940-Navarra, 2015). Su interés por la geometría es temprano, desde que hiciera sus investigaciones en el conocido Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid. Su obra se orienta hacia el arte normativo, realizando propuestas basadas en el cálculo y las relaciones matemáticas de estructuras básicas. Procedente de la exposición individual Menhires el díptico de la Colección, confeccionado con cartón pluma, realiza un estudio sobre los volúmenes, a través de formas básicas que cambian ligeramente, en una reflexión sobre la luz y su incidencia en las formas.

Enrique Brinkmann

(Málaga, 1938). La obra que se expone corresponde a su etapa más reciente, que en gran coherencia con etapas inmediatamente anteriores, mantiene su lenguaje abstracto, poblado de signos y de una factura cada vez más depurada en la que la superficie del lienzo le sirve, a manera de partitura musical, para componer su personalísima obra, en la que el vacío adquiere gran importancia. También se le adscribe, como a Peinado y Barbadillo a la llamada generación de los 50.

Paco Celorrio

(Merindad de Río Ubierna, Burgos, 1956). Con cierta habitualidad acopia diversos materiales (lienzo, madera, cartón) para sumergirse en el mundo de la abstracción pero recurre a pequeños símbolos y letras con los que estructura las obras a modo de debate, aportando diversos significados a una misma imagen y haciendo así que el espectador se sienta interrogado por estas. En Autorretrato. A tal señor tal honor que se expone es de un contrastado colorido con el uso del negro pero escribe la frase My body, referencia irónica entre el título del cuadro y el lema escrito.

José María Cruz Novillo

(Cuenca, 1936). Presentamos un político de la serie Diafragmas, en él, a través de franjas, nos hace una propuesta sobre el color y la música ya que cada color corresponde a una nota musical. La plasticidad de la obra es evidente y la vibración del color suprema. Aunque son formas geométricas el artista afirma que proceden de la realidad; diríamos, en todo caso, que es una sublimación de la realidad.

Eduardo Chillida

(San Sebastián, 1924-2002). En 1988 participa en la Bienal de Venecia, cuando ya es reconocido internacionalmente. En esta época inicia su serie de Gravitaciones. La obra de la Colección es un grabado al aguafuerte, ejemplo maduro de sus formas geométricas simples y el delicado contraste bícromo, en la que el compensado estudio de llenos y vacíos da como resultado una obra de gran espiritualidad y potente ensimismamiento.

Gerardo Delgado

(Olivares, Sevilla, 1942). Arquitecto vinculado a las neo-vanguardias sevillanas en las que se rompió con la tradición y que en aquellos momentos tuvo gran protagonismo en la creación de la modernidad hispalense al vincularse con galerías como La Pasarela y Juana de Aizpuru. Afiliado a los supuestos del Museo de Arte Abstracto de Cuenca pero de corte más norteamericano, propone en la obra que se presenta un estudio sobre el vacío y las manchas-signos de color.

Juan Hernández Pijoán

(Barcelona, 1931-2005). Se formó entre Barcelona y París

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Hacia 1955 funda el grupo Silex. Parte del noucentisme para abrazar la abstracción, siempre desde un elegante cultivo del color y la trama como nos plantea en la obra expuesta, un ejercicio gráfico con papel pautado y relleno de color. Es una intensa reflexión sobre lo que el expresionismo abstracto norteamericano denominó “campos de color”. Es uno de los pintores más sutiles que trabajaba con sensibilidad y rigor.

Joaquín Ivars

(Málaga, 1960). Estudia temas como la identidad, el transcurso del tiempo o la frontera que separa la vida y la muerte, dentro del propio discurso artístico. Sus obras son, en muchas ocasiones, espejos en los que nos vemos reflejados psicológicamente con nuestras contradicciones y miedos. Como hilo conductor de la etapa a la que pertenece la obra Proyecto de pincelada única está el uso de líneas fragmentadas, a manera de frontera o ocultamiento de la realidad; realizando un ejercicio irónico sobre los límites del arte y la fugacidad del mismo.

Joaquín de Molina

(Morón de la Frontera, 1952-Málaga, 1986). Fue, a parte de artista, un agitador cultural, tómese como ejemplo la organización de la exposición Vida Moderna que fue un revulsivo en la ciudad; y todo su activismo lo hace bien desde la propia ciudad o desde otras, principalmente Berlín. Las obras que se exhiben están muy influidas por los “jóvenes salvajes” alemanes que habitaban en el neo-expresionismo. Sus desgarradoras figuras,”manchadas” de color, nos hablan de soledad e intensidad vital, con una energía que emana del lienzo y que es la traducción de la propia vida del artista.

Dámaso Ruano

(Tetuán, 1938-Málaga, 2014). Un representante excelso del arte geométrico y con gran dominio del color que sabe guionizar con maestría. La obra de la Colección (Adolf Loos) es un homenaje al gran arquitecto austríaco. La ortogonalidad y la combinación del color en la misma es de gran riqueza lírica. La elección del título no es baladí ya que el arquitecto defendía las formas puras (recordar su libro Ornamento y Delito). Ambos nos remiten a la pureza de las líneas y la obra que comentamos es una depurada composición en sintonía con el arquitecto vienés.

Francisco Soto Mesa

(Madrid, 1946). Nos presenta un lienzo que hace una reflexión sobre la arquitectura, en él se aborda, con formas elementales, el tema de la perspectiva pero de una manera geométrica y “plana” para hacer un ejercicio de abstracción de la realidad, a la vez que compone con colores primarios las distintas partes del lienzo.

Bep Toscani

(Milán, 1942). Pertenece al grupo holandés De Vonk que expuso en el Colegio de Arquitectos en 1987. Es un collage, técnica tan apreciada en las vanguardias históricas, donde la maestría del “recorte” es palpable. En la frontera entre la figuración y el arte abstracto desarrolla un discurso de factura fauve en donde un paisaje repleto de energía se introduce una figura primitiva. El resultado es una obra altamente atractiva de reminiscencias vanguardistas.

Gustavo Törlinchen

(Hamburgo, 1906-Málaga, 1986) se establece en Alhaurín el Grande a finales de los años setenta. Conocido y reconocido por su primera etapa de fotógrafo, su pintura báscula, dentro del conceptual, hacia lo geométrico. Con figuras muy simples, especialmente el círculo, desarrolla toda una serie de variantes que no están exentas de versatilidad, ajustando en cada ocasión una nueva posibilidad. Y como el caso de la obra de la Colección con la inclusión de elementos matéricos que refuerzan el equilibrio de la composición.

Javier Utray

(Madrid, 1945-2008). Es uno de los principales protagonistas de la incorporación del arte español a las tendencias internacionales del último cuarto del siglo XX y relevante actor principal en la escena madrileña de los setenta y ochenta. Formado en la tradición duchampiana fue arquitecto, pintor, músico y escritor, y en todas las facetas se aprecia su desbordante personalidad e inteligencia. El lienzo que posee el Colegio procede de su exposición Tutti siamo la Gioconda. Insieme; en un juego a lo Marcel Duchamp en el propio título. En las obras de esta etapa se libera de las técnicas tradicionales ya que son realizadas en el ordenador y después encargadas la confección a un taller, ya que para Utray todo es una cuestión mental como su famoso concierto para piano y pistola.

En el apartado de Fotografía-Esculturas están presentes: Carlos Barranco, Diana Block, Carlos Brotons, Carlos Canal, Daniel Canogar, Jorge Dragón, Ian H. Finley, Encarni Lozano, Álvaro Machimbarrena, Ouka Lele, Emilio Parrilla, Pablo Pérez-Mínguez, Frank Rebaxes, Miguel Trillo, Diego Santos, José Seguiri, Preben Sonne.

Carlos Barranco

(Málaga, 1948). Su obra está en relación directa con la cultura pop que tan importante fue en la ciudad respecto a la música. La obra Belcor que se expone plasma ese mundo de color y hedonismo tan definitorios de la época con una escasa gama de color que por ello mismo hace resaltar el elemento rojo del traje de baño y el abanico, por otra parte el nimbo de la protagonista insinúa que lo profano se trastoca en santidad propio del pensamiento desinhibido del movimiento pop.

Diana Block

(Montevideo, 1952). Con su obra Madres e hijas, nos hace un retrato realista, poniendo al descubierto, a través del desnudo, aquello que la sociedad habitualmente oculta, y no solo en el sentido del propio cuerpo, sino de nuestras actitudes sociales y prejuicios mentales. Con una composición en pirámide remite a los artistas clásicos y trata otro tema recurrente: las edades del hombre, en este caso mujeres, apostando así sobre el feminismo.

Carlos Brotons

(Granada, 1961-Málaga 2017). Aúna el sarcasmo con la descontextualización presentándonos Abridor de botellas. Un gran “artefacto” que efectivamente puede recordar a lo que alude el título o a un inusitado ser marino. La obra de Brotons está plena de de una reinterpretación de la realidad, elije objetos cotidianos para subvertir su esencia y mostrarnos ambivalencias personales.

Carlos Canal

(Grajal de los Campos, León, 1954). Es un creador que contiene muchos otros en sí mismo; cada serie de fotografías, cada exposición, es una invitación al espectador para que se reconozca, diluyendo así su propia autoría; es un viaje personal del que somos los protagonistas. Escritura realizada con luz que debemos leer e interpretar, un emisor de señales que como en A quién hierro mata a hierro muere nos enfrenta con una realidad, histórica y actual, sobre la que habitualmente no meditamos: los problemas del Tercer Mundo y nuestra responsabilidad, cuestiones sobre las que se incidía en la exposición colectiva: Territorios ocupados: 1492-1992; de ella procede la obra.

Daniel Canogar

(Madrid, 1964). Trabaja con la fotografía, o mejor dicho con el rayo de luz portador de imágenes; la imagen se convierte en luz al proyectarse en un desdoblamiento casi psicológico de su identidad desnuda, de su fragilidad. En las obras de cajas de luz que se presentó en el Colegio los cuerpos parecen ser un símbolo de toda la humanidad, se plantea el diálogo de la luz y la oscuridad, un cubo negro transmite el misterio de lo desconocido, el lugar oculto en el que se genera la vida y, posiblemente la muerte. De este lugar misterioso, de este objeto depurado por la técnica, de tacto frío, surge la luz y con ella, en una transparente claridad, el cuerpo humano.

Jorge Dragón

(Málaga, 1956). Empezó como fotógrafo de conciertos de música y para revistas para ir avanzando hacia una obra propia. Utiliza distintos sistemas de generación de imágenes, desde la fotografía a los multimedia, abordando la relación entre el individuo y los métodos de representación social, con especial énfasis en las relaciones intermedias e interculturales; y para ello usa como “objeto artístico” las ciencias sociales y los medios de comunicación. La pieza de la Colección –La huella– procede de la muestra colectiva Berlín-Berlín, en la que se desarrollaba distintas interpretaciones de lo que supuso la caída del muro; en el caso concreto de Dragón nos presenta un teórico trozo del muro como objeto museable, haciendo entender, no solo el radical cambio de la situación política mundial, sino el convulso panorama del arte en aquellos años.

Hamilton Finley

(Nassau, 1925). Es un creador de reconocido prestigio internacional, unido al conceptual y las intervenciones en la naturaleza (como su famoso jardín escocés). Sus piezas minimalistas están perfectamente equilibradas con un concepto tautológico como la que se exhibe en la que sobre un cristal aparece inscrita la palabra Wave, el suave movimiento de las letras y su significado –ola, ondear, hacer señas– pone en evidencia lo evidente, pero a la vez incide en la complementariedad de significante y significado, incorporando la realidad a lo real desde la materialización del concepto y su signo.

Encarni Lozano

(Málaga, 1962). Se apodera de objetos cotidianos, o bien reales o bien simbólicos para convertirlos en objetos artísticos, no sin antes pasar un riguroso desmantelamiento que los convierte en piezas de múltiples significados, combinando la ironía, el escepticismo y un cierto juego entre título y la obra para plantear una provocación. En Ya no lloraré más por tu perro –que se conoce como la lágrima- se explicita lo que decíamos antes. Una gran lágrima de hormigón pintada de azul, trasunto a la vez que metáfora de nuestro propio ser interior y su relación con el entorno.

Álvaro Machimbarrena

(San Sebastián, 1958). Impregna sus esculturas con formas geométricas y constructivas, en las que estudia las relaciones entre obra y espacio creando espacios ficticios que tiene un significado vital. De cuidada factura sus obras, como la de la Colección, plantean un ejercicio sobre el equilibrio técnico de ingeniería que es, a la vez, una metáfora del equilibrio personal; protegida la pieza por una urna parece indicarnos la protección que, a manera de caparazón, debemos usar en muchas ocasiones para aislarnos de la sociedad que nos acucia.

Ouka Leele

(Madrid, 1957). Los protagonistas de su obra son Madrid y sus amistades, llegando incluso a una especie de performance, recordemos como convirtió la fuente de la Cibeles en un gran escenario. Comenzó haciendo fotografía en blanco y negro para después colorearlas con anilinas; así la mayoría de sus piezas son únicas y artesanales como los antiguos “iluminadores”. Reinventa la realidad en un ambiente mítico y onírico como se puede observar en la obra de la Colección.

Emilio Parrilla

(Guadix, Granada, 1954). En la obra que nos ocupa hace un particular acercamiento a las vanguardias –especialmente a Julio González-. A través del hierro soldado, nos plantea un artefacto, mitad personaje, mitad arquitectura, que recupera el sabor de los pioneros de la escultura moderna española pero, digamos, sin olvidar el tiempo actual, digamos que plasma las contradicciones y asedios de la sociedad de hoy en día.

Pablo Pérez-Mínguez

(Madrid, 1947). Fotógrafo emblemático de la movida madrileña tiene, además, una faceta más intima como en la obra seleccionada para esta exposición. En sus fotos están la memoria de su tiempo, un tiempo detenido; instantáneas de un presente continuo tan real como la vida misma, testimonio de un universo propio, clausurado en sí mismo pero abierto a múltiples interpretaciones.

Frank Rabaxes

(Puerto Plata, 1907-Boston, 1991). Posee una larga trayectoria en Estados Unidos. Después de su etapa neoyorquina donde triunfó como diseñador de joyas, se instala en España y comienza sus estudios sobre la Geometría Secreta de los Símbolos, con hincapié en las matemáticas en su unión con la filosofía, en ese sentido es absolutamente único, siendo un teórico sus piezas no dejan de tener una bella materialización formal. Uno de sus “hallazgos” es el óvulo, con el que está representado en la Colección, es de una estética extraña y cercana a la vez, su base teórica es la cinta de Möebius que formaliza en una obra espléndidamente atractiva.

Miguel Trillo

(Jimena de la Frontera, Cádiz, 1953). Es otro de los artistas de la Colección relacionado con la movida madrileña. Podemos decir que ejerce de notario de “las tribus urbanas”, en estos retratos de grupos de jóvenes en la calle, el fotógrafo reinventa la realidad en claves postmodernas y lo continúa haciendo –ya de otra manera- como hemos podido ver en su reciente exposición individual en el Rectorado de Málaga, donde aborda el desconocido mundo y sus atributos de la lejana Asia. En la obra de la Colección se plasma muy bien la década de los ochenta, un tiempo lleno de estilemas y colorido.

Diego Santos

(Churriana, Málaga, 1953). Polifacético creador que en su producción abarca desde la pintura a la escultura, pasando por las instalaciones, el diseño, el dibujo y la arquitectura, pero todo con un sello personal inimitable, tanto en el abstracto como en la figuración en una consciente, además, mezcla de estilos. Son muy conocidas sus obras en las que “revisita” las vanguardias como a Juan Gris; en algunas de ellas existe un apropiacionismo ya que un dibujo del artista citado lo “convierte” en un lienzo lleno de colorido. La obra que presentamos procede de la instalación Pensar en silencio. Interesado y experto en decó, además de otros movimientos del siglo XX, plasma en esta figura masculina un inteligente juego de curvas y aristas, que cita y reconstruye a la época aludida.

José Seguiri

(Málaga, 1954). Empezó como pintor y aunque no ha abandonado esa faceta su obra se concreta actualmente más en la escultura; el conjunto de la plaza de Uncibay malagueña es ejemplo de ello. Sus personajes proceden de la mitología greco-latina, son de formas rotundas y sensuales, que se enzarzan en luchas eróticas desprovistas de violencia; exaltación de los sentidos como en la obra que nos ocupa.

Preben Sonne (Copenhague, Dinamarca, 1928).

Nos muestra en su fotografía un personaje femenino que expuesto al diafragma de la cámara varias veces se desdibuja indicando quizás la confusión que la embarga en una sociedad tan competitiva, el individuo como moneda de cambio que es fagocitado por la sociedad y en consecuencia se extravía de sí mismo. Una alegoría altamente actual.

Comentemos sobre la Colección que dada su vocación de radiografiar lo que ha sucedido en estas cuatro décadas posee un amplio abanico de obras y ello se debe a la voluntad de los distintos responsables de su programación cultural junto a los directivos que lo han alentado. En la Colección están representados autores que en su momento fueron noveles junto a otros de gran prestigio que han significado innovación y ruptura en el arte español. Pero también ha estado atento a manifestaciones culturales fuera de nuestras fronteras, y así, podemos encontrar ejemplos de artistas de Inglaterra, Dinamarca, Portugal, Austria, Israel, Holanda, Cuba, Croacia, Bahamas, Uruguay, Finlandia, Alemania, Estonia y República Dominicana. Así pues el Colegio de Arquitectos posee un importante patrimonio artístico, parte del cual está expuesto en sus dependencias.

De esta manera el Colegio de Arquitectos de Málaga, gracias a sus actividades y exposiciones se convirtió en un baluarte de la cultura local, dinamizando, promoviendo y enmarcando casi cuatro décadas que situaron a la ciudad entre las pioneras de otras similares y que motivó convertirla en referente. Funcionó como eje vertebrador de una programación cultural en ciernes que comenzaba a perfilarse como un brote de tendencias, estilos, perfiles, movimientos urbanos… todo bajo un incomparable vergel que rodeaba la gran mansión de estilo colonial que es como un estandarte de su importancia en la ciudad y que mantiene un patrimonio cuyo valor artístico es comparable a su valor contextual. Es clara su importancia para conocer, estudiar, analizar y rescatar un período de tiempo que marcó a toda la sociedad de la época inmersa en un involucionismo sin paliativos, con ciertos brotes de una cultura que quería abrirse hacia nuevas fronteras, arrasando con el lastre del tradicionalismo más recalcitrante. En aquellos años tomó carta de naturaleza un término, bastante peyorativo como “cultura localista” “o “artistas de provincias”. Pero que se fue subsanando con el pionero Colegio de Arquitectos, junto a la sala de calle Ancla de la Diputación Provincial, el Taller 7/10, las galerías Gravura, Carmen de Julián y Pedro Pizarro.

Eso fue lo que el Colegio de Arquitectos de Málaga superó con creces desde principios de los 80 hasta bien entrado la década de los 90. El Colegio se abre a todas las disciplinas artísticas del momento, contando con los máximos exponentes de la movida madrileña, con los nuevos movimientos europeos, que empiezan a soportar la rápida avalancha posmoderna y sus inevitables nuevos agentes culturales alrededor de diferentes figuras que comienzan a posicionarse, como son la del comisario de exposiciones y el crítico de arte, proveniente de disciplinas más propia de la filosofía y de la estética comparada, como agentes dinamizadores de los llamados estudios visuales. La performance, el vídeo-art y diversas disciplinas plásticas que comienzan a introducir nuevos formatos con una aceptación sin precedentes en una ciudad que descubre su propia idiosincrasia a través del arte.

La identificación de los géneros es un eje discursivo dentro del conjunto que se propone con esta muestra de los fondos del Colegio de Arquitectos de Málaga, con una amalgama de tendencias que sirven de modo didáctico al estudio y el desarrollo de un período difícil de afrontar debido a la variedad del panorama artístico durante los 70, 80 y gran parte de los 90.

Como hemos reflejado al principio se ha dividido la muestra en tres secciones: Figuración Lírica/Narrativa, Neo-expresionistas/Informalistas y Esculturas/Fotografías.

La primera y segunda secciones están formadas por las dos grandes tendencias figurativas que dominaron la pintura de las décadas de los 70 y de los 80 en tres niveles (local, nacional e internacional). Las dos tendencias figurativas, tanto la lírica como la narrativa abren la exposición, culminando en un bloque pictórico con una representación de los movimientos abstraccionista que van desde el informalismo a tendencias más desconocidas y menos prolíficas provenientes de Estados Unidos y Francia. Completando el bloque pictórico con una muestra del expresionismo salvaje de los primeros años ochenta. Para rematar se exhiben una selección de fotografías y esculturas.

Finalmente apuntamos que a menudo decimos que el arte es una forma de conocimiento y que el trabajo de los artistas es como un sismógrafo de los cambios que se producen en la sociedad. El arte puede ser entendido como una forma de interrogación que activa los mecanismos necesarios para el extrañamiento, el cuestionamiento y la búsqueda de respuestas que nos ayuden a entender el mundo y a nosotros mismos. Teniendo en cuenta que el discurso del arte puede tener lugar en cualquier sitio y en cualquier momento, se trata de plantear la pregunta adecuada en el momento adecuado. Es decir, el arte y la sociedad están íntimamente imbricados, y para ser testigo de su época debe tener una proyección real en la sociedad, aunque a veces la distancia parezca irrecuperable. Testimonio de esta reflexión es la Colección del Colegio de Arquitectos de Málaga.