FRANCISCO SARABIA
DECANO DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE MÁLAGA
La sociedad moderna, que entre todos estamos creando, nos avoca con mucha frecuencia a un esquema filosófico muy polarizado sustentado en dos opciones antagónicas y, supuestamente, excluyentes entre las que nos obligan a elegir de una forma simplista sin más posibilidad de disfrutar de ambas según el interés del momento. En el mundo de los sentimientos podríamos hablar de deseo y satisfacción, el primero como el aspecto más visceral y emotivo del carácter humano en contraposición con la satisfacción como el beneficio o resultado material tangible de un comportamiento concreto. En su traducción a la vida cotidiana en la que nos desenvolvemos, esta dicotomía la encontramos entre creación y producción, entre Arte y Ciencia, disciplinas de las que la Arquitectura bebe a partes iguales. Es aquí donde la sensibilidad humana, alcanzando su mejor interpretación, rompe los moldes preestablecidos y puede fundir ambos extremos con la sutileza con la que nos conmueve por igual un hermoso paisaje natural o una bella obra del ser humano. Ni el más ingenuo de los individuos puede creer que existiría el bien sin el mal, el blanco sin el negro, la felicidad sin cierta desdicha; un extremo adquiere su valor en contraposición al contrario, ambos polos se necesitan.
La persecución del beneficio económico, la búsqueda de la satisfacción en sí misma, está ganando la batalla; sin darnos cuenta, el gran esfuerzo desplegado para ello nos enturbia la mente, y lo que es peor, los sentidos, de forma que aspectos que reconfortan el espíritu están pasando a ser considerados en nuestros días banalidades de segundo orden que parecen no añadir valor a la colectividad, despistada y sumergida en contabilidades sobre rendimientos, inversiones y beneficios empresariales o personales que inciden muy poco, o nada, en el mundo de los sentimientos. Pero que no se nos olvide, y aunque no lo queramos admitir, los sentimientos entre las personas, el deseo, es la energía, el combustible vital que realmente mueve el mundo.
Sucede en ocasiones, buscado o de forma espontánea, que esta tendencia en la persecución de lo racional en detrimento de lo emotivo, se invierte y da como resultado una explosión de creatividad, de energía vital que asombra incluso a sus precursores, dejando huella de por vida en todo aquel colectivo que fue testigo de ello. Esto ocurrió en la España cultural de los 80 que, aprovechando el cambio de ciclo político, ofreció al mundo un parnaso de nuevas sensaciones que no pasarían desapercibidas en su época. Este movimiento artístico-creativo tuvo su réplica en nuestra ciudad liderado por el Colegio de Arquitectos, y su vocalía de cultura, que supo liberar la faceta más poética, creativa y transgresora de una parte de la sociedad malagueña del momento. La Arquitectura como disciplina, se ha movido siempre a lo largo del estrecho y difícil equilibrio entre arte y ciencia, sentimiento y razón, deseo y satisfacción, pero fue en aquellos días cuando unos pocos y desinhibidos jóvenes, en el seno de nuestro Colegio, supieron anteponer su corazón a su cerebro, obteniendo como fruto una bocanada de aire fresco que impulsó la cultura en general con rumbo desconocido y hacia un destino incierto para todos. Al fin y a la postre se demostró que aquella aventura fue acertada y es justo que rindamos el merecido tributo a sus responsables, numerosos y que no voy a nombrar por temor dejar a alguno en el olvido. Debemos estarles agradecidos desde el colectivo de arquitectos, pero también como malagueños militantes y defensores de sus logros, recordemos que las actividades culturales del Colegio de Arquitectos de Málaga estuvieron a la altura de las organizadas en Madrid o Barcelona, Galicia o País Vasco.
La pujanza en el mundo cultural que supusieron para la época las actividades artísticas que ahora difundimos pueden verse como una semilla de lo que está siendo en nuestros días la revolución museística de Málaga en el mundo internacional, y que debe tener su reflejo en un más amplio abanico de expresiones culturales que lleguen a toda la ciudadanía y no solo a sus élites. Es reconfortante pensar que, en mayor o menor medida, pudimos contribuir al acervo cultural que nuestra ciudad pone a disposición de sus conciudadanos y visitantes. Aquellos años fueron tan frenéticos y fértiles en la producción de eventos culturales que no deben quedar en el olvido y debemos otorgarles, en su justa medida, su valor en la transformación cultural de nuestra ciudad a día de hoy. De una u otra forma podríamos decir que aquí y así empezó todo.
La exposición cuyo catálogo ahora presentamos, reúne una buena muestra de la obra plástica que atesora el Colegio de Arquitectos como consecuencia de la organización de las exposiciones y actividades de aquella época; pero lo acontecido en los años 80 y 90, fue mucho más que una serie de exposiciones de obras de artistas, fue todo un repertorio de actividades culturales y expresiones creativas de todas las modalidades de manifestaciones artísticas del momento, que creó una corriente de libertad cultural con más trascendencia de la que muchos imaginaron y de la que debemos sentirnos orgullosos como representantes actuales de aquellas instituciones que las propiciaron. Es nuestra responsabilidad, una vez recibido el legado, custodiarlo, protegerlo y darlo a conocer entre las generaciones actuales y futuras, es parte de nuestra historia reciente. Y no solo corresponde a los representantes de la organización colegial la preservación y difusión de esta magnífica Colección, sino que también a las instituciones públicas en su más amplio sentido corresponde la misión de poner los medios para que toda la sociedad malagueña tenga a su alcance la contemplación y el disfrute del resultado artístico de lo sucedido entonces.
Desde esta humilde tribuna se reivindica ese derecho y reclamamos compromiso institucional para integrar este más que digno fondo artístico en el patrimonio cultural de Málaga, situando en su justo nivel a los responsables colegiales de aquellos dulces años y reconociendo la importancia del legado que ahora presentamos. Estamos seguros de que nuestros representantes públicos estarán a la altura que sus responsabilidades institucionales les exigen.